martes, 20 de noviembre de 2012

Miliki

El domingo no fue un buen día para los Pepitos, ni para los Josés ni para las Susanitas. Tampoco lo fue para los Antonios, las Patricias, los Fernandos, las Saras o como narices te llames tú. El domingo no fue un buen día para nadie, porque murió Miliki y un hondo pesar nos invadió a todos.
Miliki ha tenido (aunque él ya no exista, en su nombre perdura la magia) una maravillosa cualidad: su mera mención suscita la alegría. Más allá de que te guste el circo o los payasos, al escuchar ese nombre numerosas canciones te asaltan la memoria. Canciones de infancia, sí, pero también de juventud y madurez, porque los padres de aquellos niños las cantaban con ellos y porque sus niños de treinta años las seguimos cantando. Canciones alegres, que invitan a ser cantadas en grupo, cuyas letras no reflexionan sobre el devenir del mundo, la economía global o las injusticias sociales, pero mejoran todas las anteriores porque provocan buen humor.
Resulta difícil encontrar programas bienhumorados en la televisión de hoy en día. Las noticias no lo son, los debates sólo consiguen crispar a los espectadores (al igual que Woody Allen deseaba invadir Polonia tras escuchar a Wagner, a mí me entran ganas de lanzar gatos al agua o de quemarlos al rojo vivo cuando oigo tertulianos pontificando de lo humano y lo divino), las películas y series abundan en conflictos, muertes y desolación e incluso mucha de la programación infantil, arrinconada en sus canales temáticos, está impregnada de tensión adulta. De ahí el tremendo valor de este hombre cuya vida estuvo dedicada a la felicidad. A fin de cuentas, ese es el objetivo del payaso (palabra usada demasiadas veces como arma arrojadiza y despectiva), tanto del que elige dicha profesión como del que la asume como modo de vida: intentar hacer un poquito más felices a los de alrededor.
Y el que no sepa a lo que me refiero, que escuche "El barquito de cáscara de nuez" , que, sin ser de su autoría, Miliki y sus hermanos popularizaron en España. Si después de oírla no te sientes con muchas más fuerzas para encarar tu día, eres un caso perdido.
Al enterarme de la noticia, no pude reprimir unas lágrimas. De esas que se deslizan por la mejilla de puntillas, sin apenas hacer ruido, para que no te enteres de que han salido. Pero rápidamente fueron sustituidas por la alegría, una alegría amarga quizá, pero alegría al fin y al cabo, cuando a las imágenes de sus últimas apariciones públicas (la mirada fija y ligeramente perdida, el rostro serio e inexpresivo del enfermo de Parkinson) sucedieron esas otras que le mostraban como siempre lo recordaremos: lleno de vitalidad, rodeado de niños y cantando canciones que forman parte de nuestra esencia.
Qué mejor final de entrada que acabar cantándolas en homenaje a Miliki, ese gran payaso que ha muerto, ese gran catalizador de alegría que pervivirá para siempre, y en homenaje a ti mismo y al niño que, aunque sólo sea un ratito, ha vuelto a vibrar en tu interior, acompañando al mosquito en su aventura.


PD : como he señalado, estas canciones multiplican su valor al cantarlas en compañía. Por eso la versión que he elegido es la de Miliki con su hijo Emilio y con Miguel Bosé. Y va dedicada para una personita que hoy cumple años gracias, en parte, a que su mamá escuchaba esta canción los días que necesitaba fuerzas para luchar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy le he explicado a mi hija de 5 años que cuando yo era como ella, más o menos, murió Fofo y ese día había muerto Miliki. Ella con gran solemnidad y preocupación me preguntó ¿Pero sus canciones se quedan, no papa? Le dije que por supuesto, que eso no se iba a ir nunca. Sonrió y se fue más tranquila.
Enhorabuena por el post

Pablo dijo...

Cuando escucho comentarios infantiles del estilo al de tu hija, recuerdo el dicho popular de que "cuanto más viejo, más sabio", y lo pongo en duda. La verdadera sabiduría brota de los niños.
Doble agradecimiento, querido anónimo, por las felicitaciones y por visitar el blog